Estamos viviendo aunténticas situaciones malas en el
ciclismo. La verdad es que nos están apareciendo aunténticos problemones que
van a acabar con este deporte (o más bien, lo van a acabar de rematar). Hemos
vivido ya demasiadas situaciones de doping, positivos y demás historias. Hemos
visto casos como el de Alejandro Valverde donde, sin dar positivo, se le
sancionó, otros como el de Alberto Contador, con una cantidad mínima de
clembuterol (¿cuántos ceros después de la coma había?), y luego otros casos, un
buen número de casos. Han aparecido muy recientemente algunos admitiendo que se
habían dopado, otros que han aparecido vinculados a ciertos médicos, se ha
vuelto a hablar otra vez de la OP… Y para acabar, aparece el de Lance
Armstrong, del que ya he hablado en varias ocasiones. Antes de ponerme a
escribir este artículo he visto una noticia en Internet en la que se decía que
a Ricardo Riccó, ex corredor del Saunier Duval que las ha preparado gordas con
esto del doping, había sido, finalmente, sancionado con 12 años. En fin, lo
dicho, el refrán “el horno no está para bollos” viene bien para describir la
situación actual del mundo de las dos ruedas en las competiciones profesionales
y que afecta ya no solo a ellos, sino a la imagen del resto del ciclismo no
profesional y no competitivo, es decir, de aquellos que nos dedicamos solo a
disfrutar de esto de las dos ruedas como una mera afición.
¿Qué está pasando realmente en el mundo profesional? Cada
vez son más los ciclistas que están cayendo en casos de doping. Han aparecido
varios nombres de corredores que se dedican profesionalmente a esto. Además,
han aparecido muchos médicos, como pueden ser Michael Ferrari y Eufemiano
Fuentes, que también está vinculado al atletismo (otro deporte que no sale de
una y está en otra, en una situación muy parecida a la del ciclismo) con Marta
Domínguez, una grandísima corredora.
¿Y esto son
problemas suyo o son problemas de otros? Me explico. Unos ciclistas quizá no
sepan que se están dopando y otros sí lo sabrán. Esto no debería estar
permitido, pues es como aprobar un examen copiando, no se puede hacer pero
muchos lo hacen. Esto es lo mismo señores. No se pueden dopar, pero se hace. ¿Y
por qué es problema de otros? ¿Nos hemos planteado las exigencias al deporte de
élite? Creo que a los ciclistas se les está exigiendo demasiado. No sabemos
distinguir entre exhibiciones deportivas y límites físicos del deportista.
Barbaridades siempre han existido en este deporte, las etapas de hace años de
las grandes vueltas por caminos, que consistían en hacer 300 kilómetros ayer,
hoy 250 y mañana, 290, no es que fueran muy beneficiosas. En aquella época no
había los adelantos actuales de entrenamientos, bicicletas y demás, tampoco
tenían los mismos conocimientos de cómo podía reaccionar el cuerpo del
deportista, así que pasaban del tema. Ahora no, señores, se sabe mucho más que
en aquella época, por eso debemos intentar que un deportista no acabe hasta las
narices del ciclismo. Debemos empezar a pensar que los puertos interminables,
los tramos de “sterrato” de algunas pruebas de tres semanas y demás historias
no son buenas para el deportista, y si queremos verles retorcerse encima de la
bici, ellos deben entrenar bien. Pero con eso no es posible subir rampas de más
del 25% como se ha visto en alguna grande. No señores, por muchas cuestas que
entrenemos, un 25% es mucho desnivel, y los corredores deben acudir a “métodos
externos del rendimiento” para poder responder al equipo y al aficionado.
Claro, luego nos quejamos de que hay doping. Si quitamos tanto sufrimiento al
deportista, todo cambiará. Si pensáis que todo el espectáculo es viendo sufrir
a los corredores, solo hay que ir a la Vuelta del 2012 y pensar en la etapa de
Fuente Dé. Nadie apostaba por aquella etapa, y allí fue donde Alberto Contador
ganó la Vuelta a España a Joaquim Rodríguez. Para los que piensan que solo en
las etapas con cuestas y caminos de tierra propios del ciclocross son donde el
corredor puede dar espectáculo.
Otra cosa que me fastidia realmente es que enseguida se nos
cataloga de dopados. Es decir, dos dan positivo y otro afirma haberse dopado, y
se lió, ¡todos nos dopamos! Manda narices. No señores, si en una clase de 25
alumnos dos hacen chuletas, ¿el resto han hecho chuletas? No es un problema matemático,
es la misma situación que está viviendo actualmente el ciclismo, pero muchos
parecen no darse cuenta. Las organizaciones no es que ayuden en exceso. Tardan,
en muchos casos, demasiado tiempo en dar la resolución del problema y apenas se
defiende al ciclismo por parte de las federaciones, tanto a nivel nacional como
a nivel de las pequeñas localidades. Si las federaciones mostraran más apoyo,
todo cambiaría. Este es el problema. Y la imagen de dopados, ¿sabéis quién se
la lleva? Pues todos. Al final, pagan justos por pecadores.
Vuelvo a lo que ya he comentado en varias ocasiones. ¿Y la
unión entre ciclistas? ¿Qué pasa con ella? Si no se unen los propios ciclistas
profesionales y luchan, ¿dónde vamos? La unión hace la fuerza, pero aquí parece
que cada uno le gusta ir por su cuenta. De poco sirve que de un pelotón de 200
ciclistas, 5 defiendan su trabajo. ¿Qué pasa con los otros 195? Sería mejor al
revés, 195 ayudando, pero es complicado. Debería haber una parada generalizada
de los propios corredores y exigir etapas con menos dureza. Será la única forma
de lograr erradicar el doping. Si a un corredor le sancionamos dos años por
doping, pasado el tiempo volverá (si encuentra equipo, otra grave) y se acabó.
Puede volver al doping sin problema si las exigencias así lo hacen. En cambio,
si los corredores se paran y las organizaciones ven que se han pasado, todo
cambiará.
Por suerte, algunos factores del ciclismo como el
cicloturismo siguen creciendo a pasos enormes, y esperemos que, si el deporte
de élite en el ciclismo desaparece, por lo menos siga viva la imagen del mundo
de las dos ruedas con el cicloturismo.
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