jueves, 7 de marzo de 2013

Época de clásicas


Como quien no quiere la cosa, estamos a punto de comenzar las grandes clásicas del ciclismo, pruebas de un esfuerzo increíble del que el ciclista tarda en reponerse y recuperar. Es la época en la que los clasicómanos y algunos sprinters van rodando a velocidades de vértigo. Gente como Juan Antonio Flecha, Cancellara, Boonen o Van Summeren están a un nivel físico cercano a su máximo.

La Roubaix, bautizada como el infierno del norte ha sido desde siempre una prueba para gente capaz de sobrepasar los adoquines y las cuestas, (o vamos a llamarlos muros. Es durísimos rodar por los adoquines, todo el rato es “salto para acá, salto para allá”. Un buen entrenamiento en gimnasio para fortalecer, BTT en pretemporada para la ténica y carretera para el fondo son las claves para pruebas de este estilo.


Fabian Cancellara tirando de un grupo
de ciclistas en una París-Roubaix.
La San Remo es, posiblemente, la clásica más larga. 300 kilómetros son muchos kilómetros y hace falta una preparación de 10 para hacerla y llegar lo más adelante posible. A 35 km/h de media son algo menos de 9 horas sobre la bici. No es cualquier tontería. Ir rodando a ritmos de profesional durante esa distancia es realmente criminal. Aquí hay que legar mentalizado de las horas que vamos a tirarnos pedaleando. Necesitamos mucho trabajo de fondo, combinado con sesiones de algo de velocidad para llegar bien al final y gimansio. Esta prueba deja al organismo por los suelos, es un esfuerzo del que se suele tardar tiempo en recuperar. Aquí todos sufren. Es una prueba donde la estrategia es cogerse una buena rueda hasta cierto momento, que es cuando los que van a disputar, deben quitarse de las ruedas de los gregarios y ponerse ellos a dar la cara.

 
También ay otras grandes clásicas que atraen al aficionado, como el Tour de Flandes. Pero todas siguen una estructura similar. Son carreras vamos a decir locas, se va rodando rápido desde la salida y son pocos los que consiguen ir adelante. Aquí no pasa como en una prueba por etapas, donde está lo de la etapa aburrida. No, aquí no se puede hacer. Son carreras donde los ganadores son rodadores, con mucha fortaleza física. Son ciclistas bien estructurados, con unas piernas bien musculadas y con mucha potencia, una capacidad pulmonar envidiable y, por lo general, unos cuerpos musculados, aunque quizá no tanto como un sprinter puro. Se podría decir que son un híbrido, pues deben ser capaces de sobrepasar muy bien los muros, pero también deben rodar muy bien. Gente como Tom Bonnen, Fabian Cancellara, Van Summeren o Juan Antonio Flecha, que tanto lucha por las clásicas y le tiene cierto empeño a la Roubaix, son unos cuantos ejemplos de corredores de clásicas ciclistas. Por lo general, son corredores que ganan en grupos relativamente reducidos al sprint, que, cuando les toca liderar el pelotón, lo ponen en fila de a uno, capaces de mover desarrollos que cualquier persona no sería capaz de mover. Valverde también puede considerarse un clasicómano, aunque quizá no tan puro, pues lucha también por las generales de carreras como la Vuelta, por lo que necesita ser un poco más escalador que un corredor de clásicas.

A estas pruebas el ciclista debe llegar bien. No sirve lo de “entreno y acabo de coger la forma según pasan las etapas”. No. Esto es un día y hay que dar el todo por el todo en esos 250 kilómetros como si faltaran 25.

Personalmente, me atraen más estas competiciones. Creo que tienen una ventaja respecto a las pruebas por etapas, y es que aquí el corredor puede ir más rápido, pues tiene después tiempo para recuperarse. Eso sí, siempre con cabeza y cuidando la salud,  eso siempre presente.

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