Como quien no quiere la cosa, estamos a punto de comenzar
las grandes clásicas del ciclismo, pruebas de un esfuerzo increíble del que el
ciclista tarda en reponerse y recuperar. Es la época en la que los clasicómanos
y algunos sprinters van rodando a velocidades de vértigo. Gente como Juan
Antonio Flecha, Cancellara, Boonen o Van Summeren están a un nivel físico
cercano a su máximo.
La Roubaix, bautizada como el infierno del norte ha sido desde siempre una prueba para gente
capaz de sobrepasar los adoquines y las cuestas, (o vamos a llamarlos muros. Es durísimos rodar por los
adoquines, todo el rato es “salto para acá, salto para allá”. Un buen
entrenamiento en gimnasio para fortalecer, BTT en pretemporada para la ténica y
carretera para el fondo son las claves para pruebas de este estilo.
Fabian Cancellara tirando de un grupo de ciclistas en una París-Roubaix. |
La San Remo es, posiblemente, la clásica más larga. 300
kilómetros son muchos kilómetros y hace falta una preparación de 10 para
hacerla y llegar lo más adelante posible. A 35 km/h de media son algo menos de
9 horas sobre la bici. No es cualquier tontería. Ir rodando a ritmos de
profesional durante esa distancia es realmente criminal. Aquí hay que legar
mentalizado de las horas que vamos a tirarnos pedaleando. Necesitamos mucho
trabajo de fondo, combinado con sesiones de algo de velocidad para llegar bien
al final y gimansio. Esta prueba deja al organismo por los suelos, es un
esfuerzo del que se suele tardar tiempo en recuperar. Aquí todos sufren. Es una
prueba donde la estrategia es cogerse una buena rueda hasta cierto momento, que
es cuando los que van a disputar, deben quitarse de las ruedas de los gregarios
y ponerse ellos a dar la cara.
También ay otras grandes clásicas que atraen al aficionado,
como el Tour de Flandes. Pero todas siguen una estructura similar. Son carreras
vamos a decir locas, se va rodando rápido desde la salida y son pocos los que
consiguen ir adelante. Aquí no pasa como en una prueba por etapas, donde está
lo de la etapa aburrida. No, aquí no se puede hacer. Son carreras donde los
ganadores son rodadores, con mucha fortaleza física. Son ciclistas bien
estructurados, con unas piernas bien musculadas y con mucha potencia, una
capacidad pulmonar envidiable y, por lo general, unos cuerpos musculados,
aunque quizá no tanto como un sprinter puro. Se podría decir que son un
híbrido, pues deben ser capaces de sobrepasar muy bien los muros, pero también
deben rodar muy bien. Gente como Tom Bonnen, Fabian Cancellara, Van Summeren o
Juan Antonio Flecha, que tanto lucha por las clásicas y le tiene cierto empeño
a la Roubaix, son unos cuantos ejemplos de corredores de clásicas ciclistas. Por
lo general, son corredores que ganan en grupos relativamente reducidos al
sprint, que, cuando les toca liderar el pelotón, lo ponen en fila de a uno,
capaces de mover desarrollos que cualquier persona no sería capaz de mover. Valverde
también puede considerarse un clasicómano, aunque quizá no tan puro, pues lucha
también por las generales de carreras como la Vuelta, por lo que necesita ser
un poco más escalador que un corredor de clásicas.
A estas pruebas el ciclista debe llegar bien. No sirve lo de
“entreno y acabo de coger la forma según pasan las etapas”. No. Esto es un día
y hay que dar el todo por el todo en esos 250 kilómetros como si faltaran 25.
Personalmente, me atraen más estas competiciones. Creo que
tienen una ventaja respecto a las pruebas por etapas, y es que aquí el corredor
puede ir más rápido, pues tiene después tiempo para recuperarse. Eso sí, siempre
con cabeza y cuidando la salud, eso
siempre presente.
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