Auténtico cicloturismo, pero del de verdad. Hacía dos años que no iba a la Bilbao-Bilbao y apenas ha cambiado. Este año han sido 113 kilómetros, con unos cuantos repechos, el alto de Morga en el kilómetro 89 y una casi interminable bajada a Bilbao hasta la línea de meta.
La marcha comienza el día antes, cuando vamos a recoger los dorsales. Los que hemos ido otros años recibimos una carta en la que se nos da un código que permite hacer la inscripción sin tener que volver a rellenar los datos. Este año además de la plaquita de cuadro que hace las veces del dorsal nos han dado una camiseta, un bidón y una revista de Ciclismo a Fondo.
En la Bilbao-Bilbao podemos salir escalonados en función de la media que esperemos hacer. Yo salí a las 8 y media calculando el promedio de 26, que por cierto cumplí religiosamente. La primera parte del recorrido es muy tranquila, los primeros 10-12 kilómetros discurren casi paralelos a la ría, y después ya nos metemos para el interior encontrándonos con los primeros repechos. Este año el suelo estaba mojado, lo que hacía que las bajadas fuesen un poco peligrosas, pero había gente de la organización que nos avisaba en los puntos complicados, lo que es muy de agradecer.
El avituallamiento estaba situado en el parque tecnológico de Zamudio en el kilómetro 60 aproximadamente. Hasta entonces sólo una "dificultad" montañosa de esas que se disfrutan, y que supongo que sería el alto de Unbe. Otros años la hora de las viandas había supuesto un importante problema porque se creaba un tapón que nos retenía un rato allí, pero este año el paso fue rápido. Nos dieron una botella de agua, un par de huesitos y una galleta de chocolate. Adicionalmente podías pedir Coca-Cola en unos grifos instalados al efecto.
Después del avituallamiento nos quedaba la ascensión a Morga, el único puerto como tal de la jornada, y desde allí una bajada a Bilbao con algún pequeño repecho. Este año he notado que hemos ido más empaquetados que la otra vez que fui, y eso hizo que el final de la marcha fuese más peligroso, tanto por la convivencia con los coches que iban por el carril contiguo como porque las distancias entre bicicleteros se habían reducido con el consiguiente incremento del peligro. Nos pararon en una ocasión en una rotonda y poco después se produjo la única caída de que he tenido constancia, alguien hizo el afilador casi a nuestro lado y se fue al suelo dándose un buen golpe, espero que sin consecuencias importantes.
La entrada en Bilbao, por el puente ese que está al lado del Guggenheim bajando casi a sesenta kilómetros por hora, y el pequeño paseo por las calles de la ciudad, es de esas cosas que casi te ponen los pelos de punta. En la meta todos éramos ganadores, así que todos recibimos el adoquín de la Bilbao-Bilbao 2012.
Al próximo año habrá que volver, ¿verdad?
Crónica Bilbao-Bilbao 2010
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