lunes, 14 de enero de 2013

Clásicas y ciclismo.

Tom Boonen pasando un tramo de adoquines en una de las
clásicas más importantes del calendario internacional.
Por diversas circunstancias, el ciclismo está cambiando a pasos agigantados: mejores planificaciones, bicicletas de fibra de carbono que, en muchos casos dentro del mundo profesional apenas superan los 6800 gramos que la UCI exige, cuentakilóemtros y pulsómetros que cada vez aportan más información acerca de nuestro rendimiento... Una de las primeras tecnoogías en esto del ciclismo fue el pinganillo y desde entonces, este tema ha evolucionado a pasos enormes.
También ha evolucionado la mentalidad de muchos corredores en las competiciones profesionales. No hace tantos años, hasta más o menos la época de Indurain, en el pelotón de las carreras de tres semanas se veívida, se veía que los corrredores intentaban una fuga buena en todas las etapas, saltaban varios del pelotón para intentar cogerlos, se daba mucha vida al pelotón y nada era previsible, solo que habría espectáculo en la etapa. A partir de la época de Miguel Indurain todo cambió y hemos vivido nos años en los que las carreras grandes como el Tour (que, para mí, ha sido el caso más exagerado) han ido poco a poco cambiando hasta convertirse en carreras aburridas. Etapa típica. se sale, escapada de dos ó tres corredores, sacan 10 minutos de ventaja respecto al pelotón y a falta de 10 kilómetros ésos aprietan, a falta de cinco les dan caza y se prepara el sprint. Éstas situaciones acaban siendo aburridas hasta para el ciclista. Incluso a las etapas de montaña ha aparecido esta situación, pero quizá no de forma tan exagerada, pues aún se ha visto algo de espectáculo.
Estos cambios han hecho que muchos se centren en carreras de tres etapas o las clásicas. Un día, hablando con un amigo aficionado al ciclismo y la carrera a pie me comentaba que él disfrutaba más de las clásicas (París-Roubaix, Tour de Flandes...) que del Tour de Francia. Me decía que la ronda gala ha sido aburrida y todo se puede saber de antemano lo que sucederá. En cambio, en las clásicas no se sabe lo que sucederá.
Las clásicas son carreras muy duras, de más de 200 kilómetros y carreras como la Milán-San Remo que llegan a los 300, es decir, que los ciclistas se tiran encima de la bici más de 6 horas. Los corredores forman una escapda, salen otros a por los de la escapada... se ve vidilla.
El problema de las clásicas es que algunas como la Roubaix o Flandes son competiciones para ciclistas con mucha fuerza y una masa muscular impresionante, capaces de mover unos desarrollos increíbles. Por lo general, en estas pruebas se deja algo marginados a los escaladores puros, que son poco corpulentos (¿comparamos a Contador con Greipel?). Los que son de subir tienen dificultad para arrastrar desarrollo y para abajo lo pasan mal por el peso. Para esta gente es mejor una competición de tres semanas, pero si se sigue con el esquema que he mencionado hace unas líneas, será mejor retransmitir una cicloturista.
¿Ésto cambiará? Yo creo que poco a poco sí. Ahí tenemos el ejemplo en la Vuelta del año pasado con la famosa etapa que no prometía y que acabó con el liderato de Joaquim en beneficio de Contador. Pero deberíamos hacer cambios, sobre todo en el pinganillo. Este cacharrito debería ser únicamente para avisar de los peligros. El resto se habla en el hotel, en la salida, en el autobús o donde sea y si la historia cambia, que sea el ciclista el que demustre iniciativa.

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